La conciencia en el cerebro
La conciencia
Imagine que tiene la capacidad de ingresar dentro de un televisor en funcionamiento para conocer como funciona y ver lo que ocurre en el interior de este aparato, lo más seguro es que no pensaría que dentro encontraría imágenes y sonidos, como los que se puede percibir en la pantalla de ese televisor. Lo que encontraría en el interior serían miríadas de pequeñas e ininteligibles corrientes eléctricas que se transmiten entre los diferentes componentes de una multiplicidad de circuitos electrónicos.
Estos codifican la información que el televisor ha recibido a través de la antena de manera similar a los puntos y rayas del código morse codifican de los mensajes en el antiguo telégrafo. Una vez que la información es procesada, los circuitos electrónicos del televisor transforman dicha información las imágenes y sonidos que aparecen en su pantalla.
La conciencia, la existencia y el mundo que nos rodea
La consciencia, ese estado de la mente que permite que nos demos cuenta de nuestra existencia, del mundo que nos rodea y de todo lo que a nuestro alrededor sucede, es algo muy similar, pues no es otra cosa que el inteligible resultado del procesamiento de información que se lleva a cabo en el interior del cerebro.
Se podría decir que es una pantalla mental donde el cerebro presenta de manera continua la información que necesitamos conocer en cada momento para guiar el comportamiento. Pero eso no significa que todo lo que el cerebro procesa termine siendo un resultado consciente, pues existe mucho trabajo cerebral que no conocemos y no logramos enterarnos.
La consciencia es un estado mental muy especial, íntimo y personal, solo podemos sentir nuestra propia consciencia mas no la de otras personas. No existe manera en que podamos ingresar en la mente de otra persona como lo hacemos en la propia gracias a la consciencia.
La conciencia y la percepción
Es importante saber, que no hay una conciencia separada para los sonidos, las imágenes, los colores y las emociones, todas van juntas e integradas en la percepción consciente y única de cada momento. Los seres humanos tenemos un capacidad enorme para cambiar los contenidos de la consciencia a una gran velocidad y siempre que lo deseemos de manera voluntaria. (a esto los filósomos lo denominan qualia).
De manera casi instantánea podemos cambiar de pensamiento, dejar, por ejemplo, de pensar en lo que estamos haciendo e imaginar que estamos sumergiéndonos en las aguas de una playa paradisíaca. Esto ocurre en una continuidad como si de se tratara de una película mental, la conciencia no la sentimos como si fuera una sucesión de imágenes o pensamientos discontinua, sino como percepciones que se dan de manera secuencia una tras otra sin interrupciones.
Una de las características más especiales de la consciencia humana es la de ser consciente de ella misma, esto quiere decir que no solo somos consientes, sino que además somos conscientes de que somos conscientes y podemos pensar en nuestros propios pensamientos.
La conciencia y las emociones
Por decirlo de una manera, es pensar que pensamos, a eso se le conoce como metaconsciencia o autoconsciencia, una capacidad que hasta la fecha no se sabe si lo tienen también otras especies animales. La metaconsciencia potencia nuestras capacidad consciente de forma extraordinaria permitiendo que razonemos profundamente para conocernos mejor, resolver problemas y tomar decisiones.
Pensar en nuestros pensamientos puede ayudar a potenciar las emociones y sentimientos haciéndolos mucho más intensos y poderosos para controlar nuestra conducta.
Entre todas las percepciones conscientes que tenemos la que destaca más es aquella que nos permite sentir nuestra propia existencia y, con ella, la de que nuestra mente es algo inseparable de nuestro cuerpo, pues la sentimos como encerrada en él, desplazándose con él adonde quiera que va.
El cerebro y la conciencia
En la manera en que sentimos nuestro cuerpo existe algo aparentemente misterioso. Está comprobado por la ciencia que las sensaciones y percepciones con generadas por el cerebro, pero no las sentimos en él, sino en la parte del cuerpo que es estimulada.
Si alguien nos toca en la mano sentimos el tacto en esa mano, si tocan nuestro rostro sentimos el tacto en el rostro, son las partes de la corteza cerebral que reciben la información de las manos y la cara las que generan esas sensaciones conscientes.
Esto se demuestra claramente en el síndrome clínico conocido como "el miembro fantasma", que se da en personas que sufrieron la amputación de un brazo o una pierna y durante algún tiempo siguen manifestando tener sensaciones de tacto o dolor en el miembro del que carecen.
Es gracias a la consciencia que pensamos, valoramos las cosas, resolvemos problemas, y tomamos decisiones. Esta aporta gran flexibilidad al comportamiento humano, mucha ventaja sobre lo que, alternativamente, pudiera aportar el más sofisticado robot.
La gran pregunta, no obstante, es cómo el cerebro hace posible la consciencia. Tradicionalmente se ha considerado que el tálamo, una región del centro del cerebro relacionada con el procesamiento de información sensorial (visual, auditiva y táctil), es la estructura más importante para hacer posible la consciencia.
Se pensaba así porque las personas que sufren daño en esa parte del cerebro pueden perder la consciencia o una parte de ella.
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